Transilicitana a primeros de mayo, mi última prueba antes de empezar una nueva aventura con la bici de montaña que debería haber terminado el 18 de octubre y desde esa fecha, iniciar los entrenamientos para la Ultra de Almería. Una caída inoportuna, cual no lo es, me rompe el dedo meñique de la mano derecha y paro de entrenar, el 6 de diciembre voy camino de Toyo Retamar a recoger un dorsal, cosas que solo mi cabeza entiende. Por suerte, la Organización accede a cambiarme el dorsal y hago la corta, 43 kms por el Cabo de Gata, un maratón para despertar los sentidos, un maratón para hundirme o reflotarme, uno más...o quizá no.
Hasta Don quijote cambió su vida, porque no lo voy a hacer yo.
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LA CARRERA
Al estar incluida dentro de una prueba mas larga, tanto el maratón como la otra mas corta, no tienen un horario de corte, bueno, si lo tiene, pero hablamos de doce horas para el maratón y creo recordar diez para la de 30, hasta que acabasen las 15 horas de la Ultra.
Pero algo tan sencillo para mí, no puede ser fácil y ahí interviene el GPS del coche que no me envía a la Isleta del Moro de la salida, si no a Cabo de Gata, por suerte, el del móvil me confirma mis previsiones del día anterior y llego a la salida quince minutos antes, ignorando donde acabaría si hubiese seguido al Tom tom.
Saludo a conocidos y a alguno de los Hermanos Pies Negros que participaban y me voy atrás, mentalizándome de que estaré muchas horas en solitario y esperando a que los de la larga me fueran cogiendo.
Salida cuesta arriba y tras bajar por unos escalones, vamos por una zona "peligrosa" de acantilados, dejando a las claras los que íbamos a andar desde el principio, me acuerdo del Garmin sin correa (se rompió con el accidente) y cojo ritmo de crucero, el mar a mi izquierda y el sol me acompañan, el día es espectacular para correr, que pena. Llevo una botella de agua en la parte delantera de la mochila y los bastones poco mas iba a necesitar, el avituallamiento y lugar de salida de la otra prueba está en San José, kilómetro 12, calculo algo mas de dos horas.
Después de unos kms de llaneo empezamos la primera de las tres subidas por un terreno bastante favorable , a la hora miro el garmin y me doy cuenta que lo llevo en modo bici, por lo que tengo que empezar de nuevo, aunque una de las funciones lo sumará al total. Llevo buen ritmo o eso creo, por detrás un grupo de cinco, al fondo veo a otro par de compañeros, las vistas del mar me sacan la sonrisa y los bastones hacen su trabajo. No es una subida al uso, pero las lluvias la han destrozado y hay un tramo bastante malo, además bajan muchas bicicletas que hacen que tenga que variar mi recorrido varias veces para dejarles el terreno bueno a ellas. Cuando estoy llegando al último km de subida me pasan los dos primeros, super simpáticos, luego veo la clasificación y veo que son alicantinos, pero no se iban a entretener saludando, yo sigo a lo mío y a los diez minutos llega el tercero que me pide agua, le doy lo que llevo y sigue su camino. Aprovecho la bajada para miccionar y correr un rato, hasta el tramo final anterior a la población que está hecho polvo y bajo con precaución, llegando al avituallamiento en una hora cincuenta, km 11 según el cartel y a 12 del siguiente punto. Solo hay líquido y geles en el avi, menos mal que está mi mujer y lleva plátanos en el coche, siendo lo único que como, además no había desayunado y tendría consecuencias.
Me despido de ella y nos dirigimos al Parque Natural donde hay muchos vehículos por la zona, habiendo un rato que no estaba seguro del recorrido, por lo que aflojo hasta que veo a los de detrás al fondo. El terreno es cómodo, de tierra y con las lluvias sin arena suelta, solo los coches te tienen nervioso, algunos pasan rápido otros no respetan tu paso, en fin, domingueros.
Miro al fondo y me imagino que a ese faro he de subir, por lo que sigo a lo mío, a seis kms por hora aproximadamente y descontando kms. Cuando llevo un rato subiendo, tenía bastante tanto por ciento de desnivel, no era tan tendida como la anterior, noto que falta comida en el cuerpo y todavía me falta una hora para el avi, así que me tomo un gel que había cogido anteriormente. En la subida me cogen los cinco que venían detrás, por lo que vuelvo a ser el último, aunque ya cada vez más, iban llegando de la larga. No hay que subir hasta el faro, primera alegría del día y la bajada es tendida de asfalto, pero estoy aburrido y saco la radio de la mochila, así aprovecho y escucho el madrid primero y música después, pero casi no se oye y llevo prácticamente ruido, además de perder un rato de haber corrido. Llegada al avituallamiento del Auila del Mar y ahí si que puedo beber y tomar medio sandwich de nocilla, suficiente.
Iniciamos la última subida, por carretera y con conos delimitándola, en este tramo coincido con mis cinco y además varios corredores de la larga que apenas corren en este subida. Llevo cuatro horas en 23 kms y supuestamente quedan 20, esperando llegar a Cabo de Gata, nueve kms desde el anterior punto en menos de dos horas, haciendo buena mi apuesta de estar en cuatro horas desde San José, como le había dicho a mi mujer que llegaría.
Vamos por la orilla de la playa, con la dificultad que eso conlleva, bajando algo el ritmo por ello. En este tramo llevo delante a mis "cinco" , controlados y de vez en cuando me pasa alguno de la larga que echa unos segundos de charla, animándonos mútuamente. Hay tramos en los que los charcos impiden pasar bien, incluso alguno de ellos está peligroso , pero lo único que hace es retrasarme. En este punto y al cruzar la carretera, los mosquitos se pegan un festín conmigo, pero el ver cabo de Gata al fondo me hace reaccionar e intento correr, pero los gemelos me dicen que llevo siete meses sin correr, que donde voy, por lo que sigo andando y arreglado.
Me sorprende ver a mi mujer, creía que estaba mas lejos el avi, pero no, un nuevo punto ha llegado, km 32 y diez a meta según la organización, todo llano. Paro mas tiempo de lo habitual, en parte por estar con ella que se está pegando una paliza por ir a verme, intentaré que no vuelva a ocurrir.
Dejo los bastones, no los creo necesarios y la mano con el dedo roto me está doliendo, prefiero probar y si puedo correr, hacerlo. Saliendo del avituallamiento vamos hacia el paseo marítimo, donde la gente está comiendo y sabes en ese punto que somos de otra pasta, un fin de semana que podías ser tú el que estuviera allí y estás penando. Por una zona de arena y con la playa a un paso cogemos los últimos kms de la prueba, llevo seis horas y digo a mi mujer que si no pasa nada, en dos horas estoy allí, en la meta, por primera vez se sorprende y yo también, creía que estaría por las diez horas y voy a luchar por bajar de ocho y por qué no, si puedo correr, siete y media. Pero el terreno con la arena, los charcos y mi falta de fondo, se que cuando pare no podré seguir, hace que deje de disfrutar y empiece a sufrir. Decido hacer un vídeo de despedida y poder explicar, lo que escribí , siempre es mejor de palabra, con mis labios y mi cansancio, despedirme de Quixote 68 e iniciar una nueva etapa.
Los que nombro que se ven al fondo son el gran Peinado y su cuñado, que habían salido en la prueba de 30 kms y con el que hablo un rato, este chaval es un crack y de los pocos jóvenes ultrafondistas que conozco, el cual tiene ahora una gran Ultra con el nacimiento de su hijo.
El paseo de la localidad se me hace eterno, por mi reloj de mano pasaron los 42 hace tiempo, por el garmin igual, pero no debe faltar mucho, veo por fin el hotel que recordaba de la recogida del dorsal frente al pabellón.
Mi mujer me espera, media hora antes de lo que la dije y me da la bandera de los zumba@s, corro ahora sí para entrar en meta y finalizar mi sexagésimo octava prueba de maratón o más, algo que para un anárquico gordo como yo, es mucho, mas de lo que un día pude soñar.
La duodécima maratón de montaña o similar, la trigésimo segunda maratón ha terminado y cuando me ponen mi medalla y me voy a ir, me pongo a llorar, pero no de alegría, un llanto con congoja, inexplicable, durante varios minutos me olvido de todo y a la vez, me viene todo a la cabeza, a mi mala cabeza. Me ducho con agua caliente, un lujo que hay que saber apreciar y voy a la comida, pero como siempre, no me entra y poco puedo comer, acabando la jornada y saliendo para Elche y poder decir una vez más:
NO DIGAS QUE NO PUEDES HACERLO, DI QUE NO LO QUIERES INTENTAR.